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Transcurría una de esas maravillosas noches en nuestro balneario de Sagua La Grande; en el cielo no faltaba ni una sola estrella, estaban todas cooperando con la luna en la misión de iluminar la escenografía natural de la playa Uvero. La glorieta estaba más concurrida que nunca formando grupos afines que cacareaban como un inmenso gallinero. Algunos escuchaban "Nocturno", otros discutían sus temas comunes, los muchachos gritaban, los "mechaos" oían la prohibida música americana en W.I.O.D., los novios…¿dónde están los novios?...bueno esos no estaban por allí, ¡con esta luna llena y con una mar de plata no podrás esperar que ellos participen de este circo¡.
Pero pasó la noche y llegó la hora de descansar; poco a poco fue quedando vacío nuestro "downtown" y se veían sombras largas defilando como hormigas por los muelles de "La Botella" y de "El Vedado"; todos iban a dormir. El centro y la glorieta quedó en absoluto silencio, y solo un grupito de amigos se negaba a concluir la jornada, aunque cabeceaban ya atacados por el "cansancio playero".¿Qué hacemos?-aún preguntaba alguno de ellos- "no nos podemos quedar así"-respondía otro- Sotolongo, ese incansable vacacionista que no se perdía ni una sola temporada, pero se rindió por fín y despidiéndose del grupo les dijo: -"bueno jiles, me voy del aire, por hoy recesan mis transmisiones"- y de esta forma "cantó el himno nacional" y como si fuera un oso hormiguero se introdujo en su casa de campaña que se levantaba a unos 20 metros de allí. Estaba completamente agotado y a los cinco minutos ya los ronquidos de este mamífero marino se sentían en la misma glorieta.
Transcurría una de esas maravillosas noches en nuestro balneario de Sagua La Grande; en el cielo no faltaba ni una sola estrella, estaban todas cooperando con la luna en la misión de iluminar la escenografía natural de la playa Uvero. La glorieta estaba más concurrida que nunca formando grupos afines que cacareaban como un inmenso gallinero. Algunos escuchaban "Nocturno", otros discutían sus temas comunes, los muchachos gritaban, los "mechaos" oían la prohibida música americana en W.I.O.D., los novios…¿dónde están los novios?...bueno esos no estaban por allí, ¡con esta luna llena y con una mar de plata no podrás esperar que ellos participen de este circo¡.
Pero pasó la noche y llegó la hora de descansar; poco a poco fue quedando vacío nuestro "downtown" y se veían sombras largas defilando como hormigas por los muelles de "La Botella" y de "El Vedado"; todos iban a dormir. El centro y la glorieta quedó en absoluto silencio, y solo un grupito de amigos se negaba a concluir la jornada, aunque cabeceaban ya atacados por el "cansancio playero".¿Qué hacemos?-aún preguntaba alguno de ellos- "no nos podemos quedar así"-respondía otro- Sotolongo, ese incansable vacacionista que no se perdía ni una sola temporada, pero se rindió por fín y despidiéndose del grupo les dijo: -"bueno jiles, me voy del aire, por hoy recesan mis transmisiones"- y de esta forma "cantó el himno nacional" y como si fuera un oso hormiguero se introdujo en su casa de campaña que se levantaba a unos 20 metros de allí. Estaba completamente agotado y a los cinco minutos ya los ronquidos de este mamífero marino se sentían en la misma glorieta.
Mucho tiempo no duró este plácentero sueño del Soto, porque al cabo de unos pocos minutos se le aparecieron junto a la puerta de su tienda, como en visiones fantasmales, tres siluetas que emitían el sonido de un disco de 33 revoluciones cuando se detiene con un dedo a 22 revoluciones. No podía determinar qué era aquello puesto que aún su mente se encontraba en la misteriosa Twilight Zone que divide al sueño de la realidad. Poco a poco las revoluciones del disco fueron normalizándose y sus ojos fueron enfocando mejor a las siluetas, hasta por fín entró en razón y despertó completamente.
Se trataba de una serenata que sus amigos Orlandito Vega, Coquiliso y Calero le estaban dando para matar el aburrimiento de la noche en la misma entrada de su cueva. El Soto no los invitó a pasar pues su casa era de una sola habitación con mucho parecido a un ataúd egipcio, pero no le quedó más remedio que incorporarse y olvidarse del sabroso sueño que lo acarició por unos pocos minutos.
Algunos transeúntes se unieron a la tertulia musical de "los tres caballeros" y a las 3 de la madrugada se aglomeraba una muchedumbre que ahora oía una sección del concierto donde Coquiliso, con solo un peine y un peso cubano, apretados contra su boca, interpretaba con asombrosa calidad una série de instrumentales conocidos en la época, cualidad que hay que reconocer y dejar reflejada para la historia de los personajes sagüeros…
Y así llegó el amanecer. Esa fue otra noche inolvidable para aquel grupo de amigos playeros, pero ahora, al contárselas aquí, será inolvidable para la historia de Sagua.
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